Aquí os dejo un relato que seguro que no os deja indiferentes. Ya me contaréis si os parece ficción o realidad.¡Saludos!
(Dedicado a un tal teniente Martínez, a Beatriz, que no dudó un segundo en ir a sacarme del embrollo, y a ese inigualable equipo de trabajo con el que tuve el privilegio de trabajar en París).
Me volví y le miré con gesto de desaprobación. No dije nada. Seguramente no iba a entenderme, pero con la mirada creo que lo dejé bien claro: “¿Puede usted dejar de molestarme con ese ruidito detrás de mi oreja, por favor? Gracias”.
Era un mulato enorme que, por alguna razón, tenía la boca muy, muy seca. Estaba detrás de mí en una abarrotada escalera mecánica del aeropuerto, y bajaba chasqueando su reseca lengua junto a mi oreja. No le di más importancia al incidente y a los pocos segundos ya lo había olvidado.
Mal hecho.
Minutos después estaba en la cola de inmigración del aeropuerto de París-Orly. Una mujer…
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